enero 6, 2022

Epilepsia

Epilepsia

La epilepsia es un trastorno cerebral en el cual una persona tiene convulsiones repetidas durante un tiempo. Las convulsiones son episodios de actividad descontrolada y anormal de las neuronas que puede causar cambios en la atención o el comportamiento.

¿Qué hacer ante una crisis?

Existen diferentes tipos de crisis epilépticas pero la manera de actuar ante ellas sigue una secuencia similar.

Las crisis convulsivas comienzan cuando la persona pierde el conocimiento, se pone rígida de pronto, cae al suelo y empieza a sacudir el cuerpo.

Ante una crisis parcial, sin embargo, la persona parece confusa, indiferente, realiza movimientos automáticos (ruidos con la boca, movimientos torpes con las manos, deambulación…). También podría manifestar comportamientos inapropiados que pueden confundirse con una intoxicación por drogas o alcohol.

Síntomas de la enfermedad

Las epilepsias producen episodios crónicos y repetidos de convulsiones. Estas convulsiones pueden ser de varios tipos:

Convulsiones focales. Afectan a la actividad motora (movimiento), sensitiva, cognitiva, etc. de un único hemisferio del cerebro, aunque pueden generalizarse por todo el cerebro en su evolución. Suelen deberse a alteraciones estructurales del cerebro, es decir, a un daño determinado del mismo. Se dividen en:

No discognitivas. El paciente, mientras tiene la convulsión, es consciente de que le está ocurriendo. La convulsión puede cursar con síntomas motores (movimientos anormales de los dedos, de una mano o de una extremidad), sensitivos (sensación de hormigueo, dolor o sensaciones extrañas en una extremidad), con afectación de los sentidos, como la vista (visión de luces, flashes o alucinaciones visuales), olfato (sentir olores extraños), el equilibrio (sensación de caída o de vértigo) o el oído (oír ruidos extraños), o con síntomas autonómicos (episodios de sudoración, sofocos). En ocasiones los pacientes presentan síntomas complejos como miedo, angustia o ilusiones (algo se hace grande o pequeño). Los síntomas, si se localizan en una determinada zona, pueden irse extendiendo (por ejemplo movimientos anormales en los dedos que posteriormente se extienden a todo el brazo). En ocasiones y durante unas horas después de la convulsión, queda dificultad para el movimiento de la extremidad o de la zona donde haya acontecido la convulsión. La crisis epiléptica suele ceder después de un tiempo si bien excepcionalmente puede durar horas o incluso días.

Discognitivas. El paciente se desconecta de su entorno en el momento que tiene la convulsión. No es capaz de contestar a lo que se le pide y tiene dificultad o imposibilidad para recordar lo que le ha pasado. En general al inicio de la convulsión el paciente tiene algunos síntomas premonitorios (sabe que le va a dar la convulsión), y posteriormente se desconecta. Con frecuencia durante la fase de desconexión realiza una serie de movimientos automáticos, como mascar, tragar, gestos con la cara, movimientos con los dedos o automatismos más complejos como llorar, moverse, etc. Tras el episodio el paciente queda en un estado de confusión que dura varios minutos (estado postcrítico).

Evolución a convulsiones generalizadas. Algunas crisis epilépticas focales evolucionan después de unos minutos a una crisis generalizada, caracterizada por caída al suelo y movimientos anormales generalizados de todas las extremidades (convulsión tónico-clónica)

Causas

La epilepsia no es contagiosa. Aunque muchos mecanismos de enfermedad subyacentes pueden producir epilepsia, se desconoce la causa de la enfermedad en aproximadamente el 50% de los casos de todo el mundo.

Las causas de la epilepsia se dividen en las categorías siguientes: estructurales, genéticas, infecciosas, metabólicas, inmunológicas y desconocidas. Entre ellas cabe señalar:

daño cerebral por lesiones prenatales o perinatales (por ejemplo, asfixia o traumatismos durante el parto, bajo peso al nacer);

malformaciones congénitas o alteraciones genéticas con malformaciones cerebrales asociadas;

traumatismos craneoencefálicos graves;

accidentes cerebrovasculares que limitan la llegada del oxígeno al cerebro;

infecciones cerebrales como las meningitis y encefalitis o la neurocisticercosis;

algunos síndromes genéticos;

tumores cerebrales.

Factores de riesgo

Algunos factores pueden aumentar el riesgo de padecer epilepsia:

Edad. La aparición de la epilepsia es más frecuente en los niños y los adultos mayores; sin embargo, la afección puede ocurrir a cualquier edad.

Antecedentes familiares. Si tienes antecedentes familiares de epilepsia, es posible que presentes un mayor riesgo de padecer un trastorno convulsivo.

Lesiones en la cabeza. Las lesiones en la cabeza son la causa de algunos casos de epilepsia. Puedes reducir el riesgo mediante el uso del cinturón de seguridad mientras conduces un automóvil y el uso del casco al andar en bicicleta, esquiar, andar en motocicleta o realizar otras actividades que impliquen un alto riesgo de sufrir una lesión en la cabeza.

Accidentes cerebrovasculares y otras enfermedades vasculares. Los accidentes cerebrovasculares y otras enfermedades de los vasos sanguíneos (vasculares) pueden causar daño cerebral y ocasionar epilepsia. Puedes tomar algunas medidas para reducir el riesgo de sufrir estas enfermedades, como limitar el consumo de alcohol y evitar los cigarrillos, tener una alimentación saludable y hacer ejercicio de forma regular.

Demencia. La demencia puede aumentar el riesgo de padecer epilepsia en adultos mayores.

Infecciones cerebrales. Infecciones como la meningitis, que provoca la inflamación del cerebro o de la médula espinal, pueden aumentar el riesgo.

Convulsiones en la infancia. A veces, la fiebre alta en la infancia puede asociarse con convulsiones. Los niños que tienen convulsiones como consecuencia de una fiebre alta no suelen padecer epilepsia. El riesgo de tener epilepsia es mayor si el niño tiene una convulsión relacionada con una fiebre alta prolongada, otras afecciones del sistema nervioso o antecedentes familiares de epilepsia.

 

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